Entre 1952 y 1959, en París y en Roma, Julio Cortázar escribió una serie derelatos breves que el mundo conocería como Historias de Cronopios y deFamas. Los “famas”, claro está, o eran autores consagrados o ciudadanos conla vaca atada. Las “esperanzas” eran una multitud de amargados atados a lailusión de picotear alguna ventaja de los primeros. Y finalmente estaban los“cronopios” (Cortázar era uno de ellos): minoría inclasificable. nacida paracosas inapreciadas, como observar el sobrevuelo de las babas del diablosobre los autos que corren hacia ninguna parte. Poco tiempo después, algunosjóvenes poetas de Buenos Aires descubrimos nuestra raigambre cronópica. Yclaro está, el Julio se sumó a nuestras complicidades proféticas.
Quienes protagonizamos los Años Sesenta –aquí, allá y en todas partes–sabemos que constituyeron una década revolucionaria en el sentido intrínsecodel término: “cambio importante en el estado de las cosas”. No apuntábamosal “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales deuna nación” (sentido extrínseco tradicional) sino que anhelábamos latransformación profunda del acto de existir en este planeta.
Simultáneamente, cabe consignarlo, hubo quienes apostaron a la utopía de laviolencia y al revolucionismo armado tradicional, desde el padre CamiloTorres en Colombia, o los insurgentes de Argelia contra el colonialismofrancés, hasta el episodio de Ernesto Che Guevara en Bolivia. Todos elloscon desenlace trágico.
Más allá de tales episodios violentos, e independientemente de losresultados del torbellino (contra)cultural pacífico e innovador que agitó atoda una generación durante aquellos años vertiginosos, lo innegable es quelos ’60 se grabaron en la historia como una divisoria de aguas, como uno deesos trazos originales profundos que mucho tiempo después permiten definirun “antes” y un “después”.
Fueron los años de la Beatlemanía, la prensa alternativa, laantipsiquiatría, las comunidades intencionales, el rock progresivo, las(anti) universidades libres, el movimiento pacifista contra el conflicto enVietnam, el Poder Negro, los hippies, la psicodelia, la migración de gurúesasiáticos hacia Occidente, el festival de Woodstock, la internacionalsituacionista, el Mayo francés, el feminismo, el teatro del absurdo, lapoesía visionaria, el misticismo profético, la Bossa Nova, las nuevas “olas”del cine europeo y de las Américas, Astor Piazzolla, los sacerdotes para elTercer Mundo, la “nueva izquierda”, y mucho más. Por ejemplo: el MovimientoNueva Solidaridad de poetas y artistas de las Américas, también denominadoAcción Poética Interamericana, que contó con el aval de autores reconocidoscomo Julio Cortázar, Henry Miller y Thomas Merton.
En vez de aspirar a ocupar el sitial de los poderes corruptos, belicistas yobsoletos (verticalistas) de aquellos tiempos, se trataba de tomar el propiopoder (horizontalista) de creación y de experimentar modalidades diferentesde la vida en común. Por primera vez en la historia humana, el vértigogenerativo tomaba un cariz planetario. Aunque, cabe reconocerlo, no llevó suenergía y su inspiración hasta sus últimas consecuencias.
Por un lado, gran parte de los sesentistas se quedó en el malabarismo conlos símbolos y no se entregó plenamente a las ceremonias de mutaciónpersonal y colectiva: coqueteó con el ritual pero no se sumergió en lasceremonias básicas de la creación de una “nueva sociedad”. O tal vez, noalcanzó a reunir el quórum necesario para convertir las palabras inspiradasen acciones irresistibles.
Quienes protagonizamos los Años Sesenta –aquí, allá y en todas partes–sabemos que constituyeron una década revolucionaria en el sentido intrínsecodel término: “cambio importante en el estado de las cosas”. No apuntábamosal “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales deuna nación” (sentido extrínseco tradicional) sino que anhelábamos latransformación profunda del acto de existir en este planeta.
Simultáneamente, cabe consignarlo, hubo quienes apostaron a la utopía de laviolencia y al revolucionismo armado tradicional, desde el padre CamiloTorres en Colombia, o los insurgentes de Argelia contra el colonialismofrancés, hasta el episodio de Ernesto Che Guevara en Bolivia. Todos elloscon desenlace trágico.
Más allá de tales episodios violentos, e independientemente de losresultados del torbellino (contra)cultural pacífico e innovador que agitó atoda una generación durante aquellos años vertiginosos, lo innegable es quelos ’60 se grabaron en la historia como una divisoria de aguas, como uno deesos trazos originales profundos que mucho tiempo después permiten definirun “antes” y un “después”.
Fueron los años de la Beatlemanía, la prensa alternativa, laantipsiquiatría, las comunidades intencionales, el rock progresivo, las(anti) universidades libres, el movimiento pacifista contra el conflicto enVietnam, el Poder Negro, los hippies, la psicodelia, la migración de gurúesasiáticos hacia Occidente, el festival de Woodstock, la internacionalsituacionista, el Mayo francés, el feminismo, el teatro del absurdo, lapoesía visionaria, el misticismo profético, la Bossa Nova, las nuevas “olas”del cine europeo y de las Américas, Astor Piazzolla, los sacerdotes para elTercer Mundo, la “nueva izquierda”, y mucho más. Por ejemplo: el MovimientoNueva Solidaridad de poetas y artistas de las Américas, también denominadoAcción Poética Interamericana, que contó con el aval de autores reconocidoscomo Julio Cortázar, Henry Miller y Thomas Merton.
En vez de aspirar a ocupar el sitial de los poderes corruptos, belicistas yobsoletos (verticalistas) de aquellos tiempos, se trataba de tomar el propiopoder (horizontalista) de creación y de experimentar modalidades diferentesde la vida en común. Por primera vez en la historia humana, el vértigogenerativo tomaba un cariz planetario. Aunque, cabe reconocerlo, no llevó suenergía y su inspiración hasta sus últimas consecuencias.
Por un lado, gran parte de los sesentistas se quedó en el malabarismo conlos símbolos y no se entregó plenamente a las ceremonias de mutaciónpersonal y colectiva: coqueteó con el ritual pero no se sumergió en lasceremonias básicas de la creación de una “nueva sociedad”. O tal vez, noalcanzó a reunir el quórum necesario para convertir las palabras inspiradasen acciones irresistibles.
Por otra parte, desde los países centrales, el Sistema anti-juvenilreaccionó de inmediato: convirtió en “moda” (artículo de consumo) lasfacetas menos desestabilizadoras de los contestatarios, trivializó ydistorsionó mediante la televisión, el cine comercial, las revistas frívolasy un rock manipulado las instancias más desafiantes y, finalmente, silenció(marginó o reprimió) las argumentaciones generacionales que no se prestabana hacer concesiones de carácter contemporizador. Y donde “hizo falta”,apretó impunemente el gatillo: el caso más arquetípico fue la llamadaMasacre de Tlatelolco (Plaza de las Tres Culturas, México, Octubre 2 de1968), donde varias centenas de estudiantes rebeldes y desarmados murierontiroteados por la policía estatal.
En 1962, hace algo más de cuarenta años, soñé una red panamericana de poetasque bauticé como Movimiento Nueva Solidaridad (MNS). Secundado por elcronopio Antonio “Giorgio” Dal Masetto (y una ayudita de Juan Carlos DeBrasi), editaba la revista literaria Eco Contemporáneo, y éramos tandesconocidos que hasta nuestros padres solían recibirnos en casa con lapregunta: “¿Qué puedo hacer por usted?”. Mi papá tenía un taller artesanalde artículos de cuero en la Capital Federal. El papá del Tano tenía unacarnicería en Salto Argentino. No les daba por la literatura. Poca cosapodían hacer por nosotros, salvo bancar nuestros sueños románticos.
Intercambiábamos los libros de nuestra biblioteca: yo le pasaba a Kerouac,él me pasaba a Pavese. Giorgio no se impresionó con el invento del MNS yesperó pacientemente algo menos abstracto. Por suerte, éramos tiernos,pacíficos e insobornables (como todos los cronopios) y coincidíamos encampañas muy bien armadas para la seducción de señoritas sabrosas, a menudoestudiantes de filosofía y letras, o, en su defecto, jóvenes actrices. Peropara la conspiración poética debí arreglármelas solo.
Siempre creí que el universo es un poema. La Tierra es un poema. La vida esun poema. Cada niño que nace es portador de un poema. Y cada uno de nosotrostiene anidado en su ser un poema único con el cual podría establecerrelaciones... si bien eso requiere refinar algunos dones naturales y a lavez desprenderse de algunas nefastas costumbres inoculadas por la culturamaterialista que predomina en esta etapa de la historia humana en esteplaneta.Casi todo el mundo supone que la poesía es un asunto reservado para “lospoetas”, hombres o mujeres que accedieron a cierto don por milagro, poraccidente o por masoquismo. Pero no es así. La poesía es un don universal,un sentido sutil que navega a través de nuestros sentidos convencionales,pero que por no depender de lo corporal nos permite transitar loextraordinario. Titila en una órbita que con otro tipo de energías sutilestambién transitan los profetas, los visionarios, los santos, los sabios ylos inocentes.
En una de sus composiciones, el poeta estadounidense Allen Ginsberg –conquien yo intercambiaba correspondencia desde 1959– clamó: “Poeta esSacerdote” (Poet is Priest). No se refería a una iglesia o a una religión.Aludía a la capacidad de CREAR, algo que no es patrimonio exclusivo de losdioses. De ahí que podamos decir: quien se lo proponga, podría existirpoéticamente. No por el poder, la gloria o el dinero. Sino por el deleite denadar sin lastres por el universo.
Mi revista Eco C. coincidió en el tiempo y el espacio con otras revistas ygrupos literarios de las Américas: El Corno Emplumado (Margaret Randall ySergio Mondragón) y Pájaro Cascabel (Thelma Nava) en México, El Pez y laSerpiente (Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal) en Nicaragua, El Techode la Ballena (Edmundo Aray) en Venezuela, los Tzántzicos (Ulises Estrella)en Ecuador, Los Nadaístas (Gonzalo Arango) en Colombia. El novelista HenryMiller aceptó ser presidente honorario del MNS y del mismo modo, el monjeThomas Merton fue nuestro sacerdote honorario. En febrero de 1964 tuvimosnuestra primera reunión fraternal con muchos otros en la capital de México,y fue para esa ocasión que llegó el mensaje solidario de Cortázar. Suconsigna centra expresaba: "Cronopios de la tierra americana, muestren sinvacilar la hilacha. Abran las puertas como las abren los elefantesdistraídos, ahoguen en ríos de carcajadas toda tentativa de discursoacadémico, de estatuto con artículos de I a XXX, de organizaciónpetrificadora. Háganse odiar minuciosamente por los cerrajeros, echentoneladas de azúcar en las salinas del llanto y estropeen todas lasazucareras de la complacencia con el puñadito subrepticio de la salparricida. El mundo será de los cronopios o no será.”
Emitimos un geo-manifiesto que fue rigurosamente ignorado por lossuplementos literarios de las Américas: ésa es la gran fuerza cronópica,siempre conquista unanimidades en su contra. Nunca pudimos hacer un segundoencuentro, porque íbamos a concretarlo en Rio de Janeiro y pocas semanasdespués un golpe militar instauró en Brasil una dictadura que duró casiveinte años. Pero igual, y a lo largo de los años Sesenta, bordamos redes eintercambiamos vaticinios. Luego vinieron otras décadas y otros cronopios.Se sumaron los impulsos del rock progresivo, las batallas del ecologismo ylas introspecciones espirituales. Y llegamos al comienzo del siglo XXI conmucho por hacer y rehacer en el mundo.
Revivimos aquel ritual cronópico en 1990, cuando Ginsberg convocó alInstituto Naropa de Colorado (Estados Unidos) a todos los veteranos de lassiembras poéticas sesentistas. Allí estuvimos con Mario Trejo, MargaretRandall, Gary Snyder, Claribel Alegría, Jerome Rothenberg, Gioconda Belli,Joseph Richey, Anne Waldman, Lawrence Ferlinghetti, Ed Sanders, y muchosmás. Otro auténtico congreso panamericano de poesía, que emitió uneco-manifiesto que tampoco nadie divulgó en parte alguna..
Han pasado los años. Algunos ya no circulan por las calles del tiempo consus ojos encandilados por el arco iris del milagro. Y el mundo posmodernoretumba en todos los continentes con su eructo ensordecedor y su olor aApocalipsis.
De modo que, indudablemente, en la primera década de otro siglo ha llegadoel momento de salir a proclamar una vez más la balada utopista de lahermandad cronópica. Como decía Ferlinghetti en su Manifiesto Populista:
“Poetas, salid de vuestros armarios,abrid vuestras ventanas, abrid vuestras puertas,habéis estado enclaustrados demasiadoen vuestros mundos cerrados.
Poetas, descendeda la calle del mundo una vez másy abrid vuestras mentes & ojoscon el antiguo deleite visual.
Aclarad vuestras gargantas y decidlo:
La Poesía ha muerto, viva la poesíacon ojos terribles y fortaleza de búfalo.
La poesía cae todavía de los cieloshacia nuestras calles aún abiertas.”
Quedaría por recordar que en 1962, también 44 años atrás, dos facciones degenerales argentinos se tirotearon entre sí pintadas de azul y de colorado,y en el medio murieron algunos soldaditos conscriptos. El Presidente radicalintransigente Arturo Frondizi había sido confinado en la isla Martín Garcíay durante veinte meses (José María Guido) hubo un primer mandatariosimbólico que completó el período hasta las elecciones de 1963. La clasepolítica tradicional se organizó para que el peronismo no volviese esa vezal poder (aunque igual lo logró en 1974 con un Perón exhausto). El 31 dejulio de 1963 el radical del pueblo Arturo Illia fue elegido Presidente por2.500.000 votos, ante 1.700.000 votos en blanco (peronistas excluidos) y1.600.000 votos a favor del ex radical Oscar Alende. Todo parecido coneventos de la realidad actual no es mera coincidencia.
En México 1964 también recibimos un mensaje del cronopio Henry Miller, quienresaltaba: “Los poetas de este mundo están centurias más adelantados que lospolíticos y los estadistas. No esperen el rápido paso de la tiniebla.Tenemos que atravesar todavía un largo túnel. Pero el final está a la vista.Y este final es: libertad.”
Las décadas se han sumado inflexiblemente en el corredor de las ilusiones.Según se mire, estaríamos en el peor o en el mejor de los mundos. En elpeor, si se contabilizaran todas las infamias que ocurren simultáneamente.En el mejor, si asumiéramos que tanta catástrofe imperante nos exime de lasceremonias de destrucción y nos abre el acceso directo a la reinvención delmundo.
Sin concesiones al azar, Cortázar proclamaba que el mundo será de loscronopios, o no será. Oportuna e impecablemente, Albert Camus ya habíaremarcado: “Tenemos que volver a coser aquello que se ha desgarrado, hacernuevamente concebible la justicia en un mundo tan evidentemente injusto,hacer que vuelva a adquirir significación la felicidad para los pueblosenvenenados por la infelicidad del siglo. Por cierto que se trata de uncontenido sobrehumano. Pero el caso es que se llaman sobrehumanas aquellastareas que los hombres cumplen en muy largo tiempo: he ahí todo.”
Copyright 2001/2004 Editorial Emecé / Todos los derechos reservados
http://apocaliptus.blogspot.com/
En 1962, hace algo más de cuarenta años, soñé una red panamericana de poetasque bauticé como Movimiento Nueva Solidaridad (MNS). Secundado por elcronopio Antonio “Giorgio” Dal Masetto (y una ayudita de Juan Carlos DeBrasi), editaba la revista literaria Eco Contemporáneo, y éramos tandesconocidos que hasta nuestros padres solían recibirnos en casa con lapregunta: “¿Qué puedo hacer por usted?”. Mi papá tenía un taller artesanalde artículos de cuero en la Capital Federal. El papá del Tano tenía unacarnicería en Salto Argentino. No les daba por la literatura. Poca cosapodían hacer por nosotros, salvo bancar nuestros sueños románticos.
Intercambiábamos los libros de nuestra biblioteca: yo le pasaba a Kerouac,él me pasaba a Pavese. Giorgio no se impresionó con el invento del MNS yesperó pacientemente algo menos abstracto. Por suerte, éramos tiernos,pacíficos e insobornables (como todos los cronopios) y coincidíamos encampañas muy bien armadas para la seducción de señoritas sabrosas, a menudoestudiantes de filosofía y letras, o, en su defecto, jóvenes actrices. Peropara la conspiración poética debí arreglármelas solo.
Siempre creí que el universo es un poema. La Tierra es un poema. La vida esun poema. Cada niño que nace es portador de un poema. Y cada uno de nosotrostiene anidado en su ser un poema único con el cual podría establecerrelaciones... si bien eso requiere refinar algunos dones naturales y a lavez desprenderse de algunas nefastas costumbres inoculadas por la culturamaterialista que predomina en esta etapa de la historia humana en esteplaneta.Casi todo el mundo supone que la poesía es un asunto reservado para “lospoetas”, hombres o mujeres que accedieron a cierto don por milagro, poraccidente o por masoquismo. Pero no es así. La poesía es un don universal,un sentido sutil que navega a través de nuestros sentidos convencionales,pero que por no depender de lo corporal nos permite transitar loextraordinario. Titila en una órbita que con otro tipo de energías sutilestambién transitan los profetas, los visionarios, los santos, los sabios ylos inocentes.
En una de sus composiciones, el poeta estadounidense Allen Ginsberg –conquien yo intercambiaba correspondencia desde 1959– clamó: “Poeta esSacerdote” (Poet is Priest). No se refería a una iglesia o a una religión.Aludía a la capacidad de CREAR, algo que no es patrimonio exclusivo de losdioses. De ahí que podamos decir: quien se lo proponga, podría existirpoéticamente. No por el poder, la gloria o el dinero. Sino por el deleite denadar sin lastres por el universo.
Mi revista Eco C. coincidió en el tiempo y el espacio con otras revistas ygrupos literarios de las Américas: El Corno Emplumado (Margaret Randall ySergio Mondragón) y Pájaro Cascabel (Thelma Nava) en México, El Pez y laSerpiente (Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal) en Nicaragua, El Techode la Ballena (Edmundo Aray) en Venezuela, los Tzántzicos (Ulises Estrella)en Ecuador, Los Nadaístas (Gonzalo Arango) en Colombia. El novelista HenryMiller aceptó ser presidente honorario del MNS y del mismo modo, el monjeThomas Merton fue nuestro sacerdote honorario. En febrero de 1964 tuvimosnuestra primera reunión fraternal con muchos otros en la capital de México,y fue para esa ocasión que llegó el mensaje solidario de Cortázar. Suconsigna centra expresaba: "Cronopios de la tierra americana, muestren sinvacilar la hilacha. Abran las puertas como las abren los elefantesdistraídos, ahoguen en ríos de carcajadas toda tentativa de discursoacadémico, de estatuto con artículos de I a XXX, de organizaciónpetrificadora. Háganse odiar minuciosamente por los cerrajeros, echentoneladas de azúcar en las salinas del llanto y estropeen todas lasazucareras de la complacencia con el puñadito subrepticio de la salparricida. El mundo será de los cronopios o no será.”
Emitimos un geo-manifiesto que fue rigurosamente ignorado por lossuplementos literarios de las Américas: ésa es la gran fuerza cronópica,siempre conquista unanimidades en su contra. Nunca pudimos hacer un segundoencuentro, porque íbamos a concretarlo en Rio de Janeiro y pocas semanasdespués un golpe militar instauró en Brasil una dictadura que duró casiveinte años. Pero igual, y a lo largo de los años Sesenta, bordamos redes eintercambiamos vaticinios. Luego vinieron otras décadas y otros cronopios.Se sumaron los impulsos del rock progresivo, las batallas del ecologismo ylas introspecciones espirituales. Y llegamos al comienzo del siglo XXI conmucho por hacer y rehacer en el mundo.
Revivimos aquel ritual cronópico en 1990, cuando Ginsberg convocó alInstituto Naropa de Colorado (Estados Unidos) a todos los veteranos de lassiembras poéticas sesentistas. Allí estuvimos con Mario Trejo, MargaretRandall, Gary Snyder, Claribel Alegría, Jerome Rothenberg, Gioconda Belli,Joseph Richey, Anne Waldman, Lawrence Ferlinghetti, Ed Sanders, y muchosmás. Otro auténtico congreso panamericano de poesía, que emitió uneco-manifiesto que tampoco nadie divulgó en parte alguna..
Han pasado los años. Algunos ya no circulan por las calles del tiempo consus ojos encandilados por el arco iris del milagro. Y el mundo posmodernoretumba en todos los continentes con su eructo ensordecedor y su olor aApocalipsis.
De modo que, indudablemente, en la primera década de otro siglo ha llegadoel momento de salir a proclamar una vez más la balada utopista de lahermandad cronópica. Como decía Ferlinghetti en su Manifiesto Populista:
“Poetas, salid de vuestros armarios,abrid vuestras ventanas, abrid vuestras puertas,habéis estado enclaustrados demasiadoen vuestros mundos cerrados.
Poetas, descendeda la calle del mundo una vez másy abrid vuestras mentes & ojoscon el antiguo deleite visual.
Aclarad vuestras gargantas y decidlo:
La Poesía ha muerto, viva la poesíacon ojos terribles y fortaleza de búfalo.
La poesía cae todavía de los cieloshacia nuestras calles aún abiertas.”
Quedaría por recordar que en 1962, también 44 años atrás, dos facciones degenerales argentinos se tirotearon entre sí pintadas de azul y de colorado,y en el medio murieron algunos soldaditos conscriptos. El Presidente radicalintransigente Arturo Frondizi había sido confinado en la isla Martín Garcíay durante veinte meses (José María Guido) hubo un primer mandatariosimbólico que completó el período hasta las elecciones de 1963. La clasepolítica tradicional se organizó para que el peronismo no volviese esa vezal poder (aunque igual lo logró en 1974 con un Perón exhausto). El 31 dejulio de 1963 el radical del pueblo Arturo Illia fue elegido Presidente por2.500.000 votos, ante 1.700.000 votos en blanco (peronistas excluidos) y1.600.000 votos a favor del ex radical Oscar Alende. Todo parecido coneventos de la realidad actual no es mera coincidencia.
En México 1964 también recibimos un mensaje del cronopio Henry Miller, quienresaltaba: “Los poetas de este mundo están centurias más adelantados que lospolíticos y los estadistas. No esperen el rápido paso de la tiniebla.Tenemos que atravesar todavía un largo túnel. Pero el final está a la vista.Y este final es: libertad.”
Las décadas se han sumado inflexiblemente en el corredor de las ilusiones.Según se mire, estaríamos en el peor o en el mejor de los mundos. En elpeor, si se contabilizaran todas las infamias que ocurren simultáneamente.En el mejor, si asumiéramos que tanta catástrofe imperante nos exime de lasceremonias de destrucción y nos abre el acceso directo a la reinvención delmundo.
Sin concesiones al azar, Cortázar proclamaba que el mundo será de loscronopios, o no será. Oportuna e impecablemente, Albert Camus ya habíaremarcado: “Tenemos que volver a coser aquello que se ha desgarrado, hacernuevamente concebible la justicia en un mundo tan evidentemente injusto,hacer que vuelva a adquirir significación la felicidad para los pueblosenvenenados por la infelicidad del siglo. Por cierto que se trata de uncontenido sobrehumano. Pero el caso es que se llaman sobrehumanas aquellastareas que los hombres cumplen en muy largo tiempo: he ahí todo.”
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